Por Jimena Salas

Hoy salí de trabajar muy tarde, serían las 2 de la mañana de una jornada en contra turno que tuve que cumplir pese a mis pocas ganas de hacerlo. Cada día, al salir del trabajo, camino una cuadra hasta una avenida principal, siempre cargada de autos, de gente y de ruidos. Y esta cálida madrugada de casi verano no sería la excepción.

Mientras apuro el paso, deseosa de terminar por fin mi día, no pierdo oportunidad de mirar los balcones de la cuadra, aún iluminados, ventanas abiertas, voces y risas, algunas tevés encendidas. ¿Estarán lo suficientemente atentos para oírme gritar? ¿declararán en mi causa?, ¿alguien les creerá? Entre tanto, doy la vuelta y aunque no quiero, me sobresalto al ver a un pibe fumándose un pucho, en ojotas, parado en la esquina donde su perro meaba.

El tiempo apremia, la noche es más oscura y mi sueño no da tregua. Tengo que hacer el resto de la cuadra lo más rápido posible, subirme al colectivo y llegar a mi cama. A paso firme y con celeridad pasa junto a mí una mujer, con escasos treinta y tantos, poco agraciada hasta la médula, con igual miopía que fealdad. Apenas me mira, pero de soslayado reojo llego a entender lo que me dice: “corro a toda velocidad y vos sabes porqué”, e inmediatamente pensé, “Puta, si hoy es el día, yo soy más negocio que ella”. No puedo evitar sonreír con malicia, todos cargamos con nuestra cruz, y no reniego de eso en absoluto, aunque mi dejo de falsa soberbia ruborizara mis mejillas apuradas por llegar.

Me alivia ver vecinos paseando a sus perros, algunos charlando en sus edificios, allá adelante, en la vereda de enfrente. Pero enseguida veo la traffic, aparcada y quieta, acechando. La piba que camina adelante, apenas a 10 metros, camina rapidito y apretando. ¿No ve la traffic? Cruzo la calle, aún cuando un auto se adelanta a pasar, y no quito la vista de la traffic blanca. ¿Yo si declararía en la causa de la piba de adelante?

Deseo desmaterializarme, estar en mi cama iniciando el sueño reparador que antecede otro día anormal en mi vida normal. Pero no puedo, estoy allí, viendo como la chica pasa junto a la traffic, y no pasa nada. Sigue camino, llega a la esquina. Pero ahora, soy yo la que está en la traffic, con los ojos vendados, las manos atadas, aturdida y abrumada, drogada, violada, embarazada y abortando, desangrándome, viajando en la caja trasera de la camioneta quién sabe adónde, mal alimentada, tirada en un zanjón, ultrajada socialmente, olvidándome de mi nombre y de mi vida. Mi mamá me busca día y noche sin cansancio. Mi papá no habla con nadie. Mi foto está en la tevé. ¿Dónde estará la gente que charlaba en los balcones, el pibe que fumaba un pucho, la mujer horrible que sabía porqué corría?

Soy una puta barata, soy gratis. Soy la puta de un juez. Y de mil mas. Yo que salí a trabajar y que NO  temo  que un día me pase algo pero temo que si me pasa, la justicia de mi país se ría en mi cara, se burle del dolor de mi familia, de mi vida que ya no es nada. Le de la mano al hijo de puta que me secuestra, que me viola y que me vende. Que un día ya no pueda mirar a un vecino a la cara, le tenga miedo hasta a mi sombra, porque sé que si mi sombra me ataca, yo voy a ser la culpable. Porque no puedo confiar en que mi propia sombra tenga el castigo que merece por salirse de mí. Por sacarme de acá.

Pienso en todo eso, tirada en la traffic que es mi cama, intentando en vano iniciar el sueño reparador que antecede otro día anormal en mi vida normal.

Imagen: Inés Vergottini