Violeta Parra

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Por Camila Parodi

Entró Violeta Parrón. Violetando la guitarra, guitarreando el guitarrón. Entró la Violeta Parra

Pablo Neruda

Fue en un febrero de hace 46 años que la jardinera ya aburrida de lo cotidiano elegía ir a regar y perfumar sus penas desde los altos cielos. Como todo en su vida, hasta para su muerte, Violeta, protagonista de sus días, soberana de sus elecciones, como pocas en esa época del mundo con mujeres guardadas y silenciadas… Entraba la Viola, rompiendo lo normal con sus palabras decididas, expresadas con su voz auténtica, como si ésta surgiera de la tierra misma.

Te pienso y no sé cómo escribirte, entre llantos, quejas y risas indeterminados que desgarran ritmos establecidos y explicaciones académicas. Me alejo de definirte si es que es eso lo que tengo que hacer si no más que sentirte, donde seguro te encuentro. En palabras, susurros, telas, colores, gritos, alegrías, entramados y penas que atraviesan por todas las dimensiones y sensaciones, y ahí estás Violeta Parra, bienvenida.

Cantora del canto libre reconocido por mineros, niñxs, cocineras, bailarines y campesinos. Es el canto del pueblo chileno con sus rebeldías y dolores, canto puro que surge y resuena desde su propio útero, el de una de mujer que decidió dejar su vida de ama de casa, de actuar papeles secundarios, para hacerse cargo de sus sensaciones, movilizaciones y luchas propias. Entre búsquedas y creaciones demostró que una canción, un tapiz, una poesía con contenido social son obras de arte si dejan ver la dignidad del pueblo, manifestando que la felicidad plena solo es posible si sujetos y sujetas son autónomos y libres.

Costurera apasionada, entre parche y parche arremeda opuestos de placeres y dolores en un mismo tejido, que nos deja un arte simultáneo de vitalidades y mortalidades, antagónico como los efectos de las hierbas a veces sanadoras, otras tantas recias que crecen al pie de la cordillera dándole un aroma fresco a todo el Chile. Antagónico como las casitas de Valparaíso que unen colores y miserias en un mismo paisaje. Antagónico como el mestizaje que mezcla la sangre de la resistencia con la de la conquista. Antagónico como cada oído que la escucha para sanar, alegrar o enojar.

Recopiladora que, a través de sus palabras, pasiones y esperanzas crea puentes entre los presentes y futuros de los pueblos, que lleva versos de las montañas y trae ritmos del mar para que se escuchen en un mismo lugar, que como toda mujer, es conocedora y trabajadora del oficio más antiguo: el cuidado de las palabras y la historia de los pueblos, es decir que lleva en ella conservación de la vida misma.

Cocinera de la diversidad que con un poquito de locuras y otro tanto de empeño preparó en su olla de arrebatos el plato más sabroso y calentito del folklore para las guáticas hambrientas de los populáricos, de la cual aún seguimos alimentándonos. Y así entró La Violeta Parra llena de esos olores y sabores, pero también de luchas, pasiones y rebeliones para no salir más de nuestros corazones…

“Escribe como quieras, usa los ritmos que te salgan, prueba instrumentos diversos, siéntate en el piano, destruye la métrica, grita en vez de cantar, sopla la guitarra y tañe la corneta. La canción es un pájaro sin plan de vuelo que jamás volará en línea recta. Odia las matemáticas ama los remolinos.” Violeta Parra.

Le he contestádico yo al preguntónico:

cuando la guática pide comídica

pone al cristiánico firme y guerrérico

por sus poróticos y sus cebóllicas.

No hay regimiéntico que los deténguica,

si tienen hámbrica los populáricos.

Mazúrquica modérnica

Canción de Violeta Parra

 

 

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