Soy Puto

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Por Nadia Beherens

Cuando oí al prostituto decir en un programa de TV al otro lado de la Cordillera que “un prostituto hetero se va a cagar de hambre”, entendí que hablaba de género. Cuando oí al escritor afirmar que “la doña de casa es la gran prostituta no pagada de la historia de las mujeres” entendí cuál era la importancia de su lugar en este mundo. Lo que sabemos acerca de la prostitución es un relato hegemónico victimizante, que provoca miedo y que se ha desvinculado del deseo. Un relato que camina solo, desmembrado de su cuerpo llamado género, el ideal regulatorio de todo lo que nace. Hablamos con Josecarlo Henriquez, o Camilo, su nombre elegido; prostituto, escritor, activista y puto.

¿Qué te gusta acerca de escribir?

Cuando me encontré con problemas graves de mi memoria a temprana edad y, a la vez, quería recordar para siempre ciertos hechos, surgió la escritura como método de rescate de esa información que siempre está en riesgo de ser olvidada. Escribí los 8 cuadernos de diarios de vida y comencé a ficcionar con episodios que, si bien recordaba, eran a medias y muy difusos. La ficción escrita me ha salvado de una constante amenaza neuronal y he podido crearme realidades tan convincentes y fantásticas a la vez. Cuando uno le tiene miedo al olvido y más encima cuesta recordar, la escritura -la autobiografía- y sus ficciones son el método propicio para hacer de esta vida un poco más vivible.

¿En qué consiste tu libro?

Mi libro está listo, acabo de firmar contrato con la feminista Editorial Cuarto Propio. Esta editorial fue la primera en publicar a Pedro Lemebel y ahora será la primera en publicar a un puto como yo. Mi libro es una recopilación de columnas de opinión, textos de reflexión crítica y autobiográfica que alguna vez escribí en Facebook, revistas virtuales y mi blog. También hay textos inéditos. Según el proceso de esta editorial, en unos cuatro a seis meses, estaría publicado el libro.

Luego de una entrevista en The Clinic, fuiste a un programa de TV, ¿porqué pensás que estás apareciendo en los medios? ¿Sentiste que sorprendiste con tu entrevista?

Chile es un país ultra conservador, estamos sitiados por una cordillera, el océano Pacífico, un desierto árido y la Antártica; parecemos una isla tercermundista del siglo XIX, todavía es impensable pensar una legislación a favor de políticas feministas como aborto y mucho menos siquiera nombrar de forma desprejuiciada la palabra prostitución. Tenemos en la TV chilena a Anita Alvarado, una ex-prostituta que se fue a Japón a trabajar su sexualidad y regresó a irrumpir la farándula nacional, pero siempre desde un discurso victimizante, culposo y despolitizador, sin embargo surjo yo, como un pequeño prostituto, que no solo dice ser un “trabajador sexual”, sino también, romper con ese discurso victimizante, culposo y despolitizador; si esto hubiese ocurrido en Europa, incluso en Buenos Aires, no habría llamado tanto la atención, pero como Chile es una isla tercermundista, la más mínima toma de palabra de un subalterno como yo remece tanto o más que el terremoto sufrido acá el 2010. Yo estaba extasiado, como de costumbre y muy seguro en ese estudio de televisión. Jamás le he tenido miedo al espectáculo, a la exhibición; al contrario, lo disfruto mucho.

¿Llamarse “puto” es una forma de apropiación? ¿Para qué?

Acá en Chile la palabra puto es un insulto tanto para mujeres como para hombres, pero un insulto arraigado en ese orgullo heterosexual de siempre quererse decentes moralmente hablando, una ilusión bastante cristiana. Entonces pienso, como un chico ateo, que esos insultos no debieran serlo para mi, ni para quienes estamos siempre al margen de esos imaginarios hegemónicos. Ser puto es ser un indecente para la normalidad, un chueco, un promiscuo, un atentado contra la familia, por lo que no me parece ofensivo ya que eso es lo que yo quiero mostrar de mi y eso es lo que realmente me interesa ser. Apropiarse de estos “insultos”, por lo demás, le quita el motivo agresivo de quien los grita en contra de uno y ya no tiene con qué más “ofender”. Para mi ser puto es un honor.

¿De qué modo hacés política?

Soy activista del Colectivo Universitario por la Disidencia Sexual (CUDS), soy feminista y creo que esta colectivización a la que adhiero, me vuelve un sujeto político, más aún cuando mi trabajo proviene de una ilegalidad históricamente condenada, manipulada siempre por otros que no la han practicado, ni la piensan practicar. Entonces, que yo -prostituto consciente de su calidad delictual- traslade de la oscuridad privada al foco público este oficio y lo reflexione críticamente, analizando de forma pública, siempre exhibiendo mi biografía, relatándola como a mí me parezca y no como se espera en un relato oficial, vuelve político este oficio, siempre visto desde el sufrimiento y el sacrificio.

¿Por qué te consideras feminista?

Para mí el feminismo, como para muchxs, es una fuerza política que pretende abrir sus piernas para agrupar a todxsestxssujetxs subalternos que puedan poner en tensión la normalidad imperante. Ese es un feminismo y es el que yo adhiero. No se trata de una política de mujeres, sino de cuestionar, más bien, esas categorías donde los movimientos sociales se individualizan: movimiento de homosexuales, movimiento de mujeres, movimiento de estudiantes. Para mí, el feminismo al que adhiero es la colectivización de todas esas demandas, donde una prostituta puede hablar de aborto siendo transexual y un chico pueda cuestionar la feminidad teniendo pene. Se trata de desesencializar la identidad y creo que yo, como prostituto delictual, estoy en esa idea deconstructiva, sino, me pondría a llorar, pidiendo clemencia al sistema, lejos de un feminismo liberador y me victimizaría como muy bien lo hacen las políticas mujeriles.

¿Cómo fue tu experiencia en la Facultad de Derecho?

Fue una experiencia grata, no solo porque me invitaron a la Universidad de Chile, sino porque fue mi debut físico frente a otras personas que ya no solo me estaban leyendo en Facebook. Para mí no es lo mismo universidad que academia, pero pienso que como todo espacio cultural, es un terreno en disputa y como todo espacio cultural chileno, está dominado por el conservadurismo hegemónico de este país. Creo en la toma de estos espacios, infiltrarse y contaminarlos con nuestra marginalidad.

Hay una antagonismo entre tu activismo y el de los homosexuales de derecha, ¿cómo se configura este fenómeno en Chile? Los homosexuales de derecha imagino que no avalan la prostitución.

Como estamos en un país con un presidente de derecha y la clase política completa se ha derechizado, la homosexualidad, como en gran parte del mundo, en tanto identitaria, servil y productiva les gusta bastante. Acá han surgido líderes homosexuales, hasta una candidata a diputada transexual, pero de derecha y muy conservadores, profamilia y de clase media alta. Ahí uno se da cuenta que las categorías están jerarquizadas, que este capitalismo incluyente selecciona a quienes incluir siempre pensando en la coherencia del discurso hegemónico que pueda corresponder.

La homosexualidad de derecha es muy cristiana y, por lo mismo, ven la prostitución desde la victimización y culpabilidad. No creo que ellos nos vean a lxs prostitutxs como engendros del demonio, pero sí creo que nos ven como criaturas indefensas que solo necesitamos su cuidado a cambio de obediencia. Sin embargo, los homosexuales de derecha están más preocupados de la familia, el matrimonio y el buen desarrollo de un capitalismo cada día más “incluyente”.

¿Qué representás?

La monstruosidad, esa trizadura de la sobrevalorada categoría llamada humanidad.

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