Por Valeria Tellechea
“…recuperar el carácter de la escuela como espacio donde es posible programar experiencias discutidas socialmente.”
Emilio TentiFanfani
Vivimos un proceso de fragmentación y modificación de los lazos sociales y de las instituciones, proceso que no solo se vive en nuestro país, sino que se desarrolla en casi, por no todas, las sociedades.
En este contexto, la escuela, como institución, juega un doble papel: por un lado, es blanco de las críticas, pues no puede adaptarse a las nuevas formas de relación social; por otro lado, es depositaria de las expectativas de transformación de dichos procesos que la perjudican.
Asistimos, además, a una devaluación de los dos pilares educativos: la secuencialidad y la jerarquización. La primera de ellas se encuentra en jaque debido, en gran medida, a los grandes medios de comunicación, en especial la televisión, ya que pone al alcance de los niños y niñas todo tipo de saber sin un orden lógico. La segunda de ellas, la jerarquización, también se ve afectada debido a que los vínculos de autoridad familiar también se han modificado, lo que importa ahora es la construcción de las y los hijos desde una idea de libertad, de democratización de las relaciones internas familiares. Allí donde no hay autoridad, hay nuevas tecnologías.
En este espectro ¿cuál es el papel de la educación? La escuela, como ámbito de socialización, pierde su carácter consciente, de un plan, un esquema, un proyecto a seguir. Las bases que la caracterizaron se ven profundamente afectadas, pues aún no puede relacionarse con las nuevas formas de socialización. En una sociedad en constante transformación, el proceso educativo debe estar en constante movimiento, sino le será más difícil adecuarse a sus propias sociedades.
En nuestro tiempo y espacio, dos postulados fundamentales se han trazado:
-Aprender a aprender: en tanto que sistema educativo unificado, de reglas y secuencialidades, adaptadas a los constantes procesos de cambio.
-Aprender a vivir juntos: en un mundo caracterizado por el multiculturalismo, la pluralidad de opiniones y las nuevas tecnologías, que modifican los lazos sociales.
Estas acepciones se presentan como una forma de salvaguardar a la educación y a la escuela como institución, como así también las posibilidades de nuevas relaciones dentro de la sociedad. Aunque abarcativas, ambas intentan abrir el camino hacia una posible solución frente a tanta fragmentación, y a favor del conocimiento.
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